jueves, 1 de abril de 2010
LOS PIROS
LA ETNIA DE LOS PIROS
Históricamente, esta tribu aparece por el año 1676, aunque con anterioridad, por el año 1575 ya se encontraron con ellos los descubridores del río Ucayali a cuyo frente iba el capitán Juan Salinas. Constituyeron "nación", por el gran número de sus componentes. Hoy habrá unos 3,600. Ellos mismos se autodenominan "Yineru", palabra que quiere decir "gente". De rostro ancho, narices chatas, muy pintados de achiote y huito. El hombre viste kushma, las mujeres pampanilla de algodón. Viven de la caza y de la pesca, y son hombres interesados y pendencieros. Los exploradores del s.XVI los consideraban astutos e hipócritas. Son alegres, comunicativos y altamente comerciantes. Es la tribu del Ucayali culturalmente más interesante. Son amantes de la libertad e independencia. "Con sus cualidades van sus defectos": holgazanes, inconstantes y versátiles. Su fisonomía racial es compleja, ya que no tienen inconveniente en mezclarse con otras tribus, especialmente campas, mestizos y blancos. Propiamente no existe "raza pira", aunque forman un grupo independiente y propio. Son arrogantes y se imponen a cualquier tribu con la que se mezclan. Los unifica el idioma y la herencia de sus costumbres y tradiciones. No existen, pues, los piros por sangre, sino más bien por cultura, idioma y costumbres, raza superior. No obstante la mayoría acusa rasgos asiáticos, labios y pómulos salientes, nariz chata, cabello negro, tez cobriza, barbilampiños y de estatura media, no superior a los 1.65 m. De sus interesantes costumbres y ritos hay bibliografía abundante, en la que pueden encontrar las cosas más curiosas, producto de una supercultura. El P. Ricardo Alvarez, llamado el padre Piro, tiene profundos estudios de su historia y cultura.
EL VIEJO QUE ROBABA A LOS NIÑOS
EL VIEJO QUE ROBABA A LOS NIÑOS
En los alrededores de los poblados de los piros existe un viejecito achacoso, de cabello blanco, y de barba también canosa y recta que semeja espinas prendidas en la cara. Se llama Katamashapto, que quiere decir “barba recta”. Se sienta en cuclillas abrazando las rodillas con ambas manos, y cubre totalmente sus piernas y los pies con la cushma. En esa posición espera el paso de algún niño.
Cuando un niño se acerca el viejo mueve la cabeza a un lado y otro, le hace muecas con la boca, y le hipnotiza. El niño, inocentemente, caminará hacia el viejo y se sentará en su regazo.
El niño será presa del anciano. Este le golpea en la nuca y le mata. Si tiene hambre le devora en unos instantes; mas si está saciado lo llevará a su guarida dentro de la tierra.
La misma suerte han de correr sus padres o hermanos que quieran buscar al desaparecido. Todos serán hipnotizados y muertos para ser carnaza del viejo Katamashapto.
Los piros temen a este anciano, y en especial los niños.
EL TUNCHI
EL TUNCHI (leyenda)
Según los piros existe en la selva o en el fondo de los ríos unos espíritus, los “tunchis”, del río o del monte como los llaman los piros.
Estos espíritus unas veces se dejan ver bajo la forma de hermosas mujeres cubiertas de pelo todo el cuerpo o de sirenas, otras veces semejando hombres altos y fuertes o feos y repugnantes; o simplemente se dejan sentir mediante ruidos, cantos o gemidos. Lo más común es que estén representados por un pájaro que pía tristemente.
Los bosques tenebrosos y solitarios, los malos pasos de los ríos, las casas deshabitadas, los panteones son los lugares preferidos de estos espíritus. Salen todos los días y noches por los caminos transitables, hablando solos, llorando o gritando o simulando gentes conocidas de los viajeros. Su oficio es asustar. También se les atribuye ser causa de enfermedades, muertes y secuestros.
Muchos de estos espíritus son llamados “mama” o madre. Habitan en los remolinas de los ríos, en los árboles, en las corrientes y en otras muchas manifestaciones de la tierra y de la vida y se llaman “mama” porque son el origen de esa cosa, la fuente de su actividad y sus celosos guardianes. Así el remolino, el río, el árbol tienen una “madre” que les da la vida, que llora, canta y ríe, y venga las injurias que el hombre osado se atreve a inferirle.
EL TIGRE OTORONGO
Una mujer pira se fue al monte a traer leña dejando en su casa a un niño pequeño al cuidado de su marido. La mujer se adentró hasta una quebrada en donde había unos árboles secos y caídos.
En esta quebrada estaba la guarida de un tigre otorongo. El tigre se convirtió en piro y vistió una cushma. Se presentó a la mujer y ésta lo confundió con su marido. El tigre dijo a la mujer: “Esposa, vamos a ir más adentro, allí hay leña”. La mujer se fue con el tigre. Allí vio una cueva, que era la casa del tigre.
En la cueva el tigre dijo a la mujer: “Yo soy tigre, y no te vayas de mi lado, porque de lo contrario te devoraré”. La mujer se quedó a vivir con el tigre.
El piro buscaba a su mujer. Salió ala monte solo, a veces, y otras veces acompañado de sus hermanos y cuñados. La buscó durante cuatro años.
Un día pasó por una quebrada. Había allí muchas pisadas de tigre. El hombre pensó que algún tigre de aquellos habría secuestrado a la mujer. Se puso a comer frutas de un arbusto y vio que se acercaba una mujer a comer también las frutas.
Esa mujer era la suya. Le habló y la invitó a acompañarle. Mas la mujer alegaba que tenía ya tres hijos del tigre y que no podía abandonarlos.
El piro dijo a su mujer: “Vete a llamar al tigre, pues quiero hablar con él”. La mujer fue a avisar al tigre y el piro fue a llamara a sus cinco hermanos.
Vino el piro con sus cinco hermanos al lugar señalado para la cita con el tigre. Traían un buen cargamento de flechas. Vinieron también el tigre y la mujer.
Los piros dispararon sus flechas contra el tigre y le dieron muerte. El piro quiso rescatar a la mujer y la arrastró hasta su casa. Pero la mujer estaba acostumbrada a vivir en compañía de los tigres y huyó de nuevo a la selva
Una mujer pira se fue al monte a traer leña dejando en su casa a un niño pequeño al cuidado de su marido. La mujer se adentró hasta una quebrada en donde había unos árboles secos y caídos.
En esta quebrada estaba la guarida de un tigre otorongo. El tigre se convirtió en piro y vistió una cushma. Se presentó a la mujer y ésta lo confundió con su marido. El tigre dijo a la mujer: “Esposa, vamos a ir más adentro, allí hay leña”. La mujer se fue con el tigre. Allí vio una cueva, que era la casa del tigre.
En la cueva el tigre dijo a la mujer: “Yo soy tigre, y no te vayas de mi lado, porque de lo contrario te devoraré”. La mujer se quedó a vivir con el tigre.
El piro buscaba a su mujer. Salió ala monte solo, a veces, y otras veces acompañado de sus hermanos y cuñados. La buscó durante cuatro años.
Un día pasó por una quebrada. Había allí muchas pisadas de tigre. El hombre pensó que algún tigre de aquellos habría secuestrado a la mujer. Se puso a comer frutas de un arbusto y vio que se acercaba una mujer a comer también las frutas.
Esa mujer era la suya. Le habló y la invitó a acompañarle. Mas la mujer alegaba que tenía ya tres hijos del tigre y que no podía abandonarlos.
El piro dijo a su mujer: “Vete a llamar al tigre, pues quiero hablar con él”. La mujer fue a avisar al tigre y el piro fue a llamara a sus cinco hermanos.
Vino el piro con sus cinco hermanos al lugar señalado para la cita con el tigre. Traían un buen cargamento de flechas. Vinieron también el tigre y la mujer.
Los piros dispararon sus flechas contra el tigre y le dieron muerte. El piro quiso rescatar a la mujer y la arrastró hasta su casa. Pero la mujer estaba acostumbrada a vivir en compañía de los tigres y huyó de nuevo a la selva
LA BRUJA
LA BRUJA
Entre la familia pira de los Kosupati había una mujer bruja, viuda, y con cuatro hijas. Ella alimentaba y vestía a sus hijas con toda solicitud sin que les faltara nunca nada. Y las cuidaba con tanto celo, que nadie podía acercarse a enamorar a sus hijas, sin peligro de la maldición de la bruja.
Todos los días por la mañana, cuando salía la aurora, iba de pesca. Antes sacaba sus pardos ojos y los envolvía en algodón, poniendo en reemplazo los pequeños y brillantes ojos de un pescado saltón. Se metía en ele río y ala instante se le venía venir con sartas de pescado, charapas, etc. Para sus hijas.
Otra de las facultades de esta bruja era hacer crecer los ríos. Hacía masato, y los ríos crecían; lo tomaba y los ríos bajaban de caudal.
Estas cosas molestaban ala duende, padre de los pescados, quien veía desaparecer las charapas, pescados y lagartos de sus dominios por arte de la bruja. Además no conocían una regla fija para apercibirse contra las crecientes, pues estaba supeditado al capricho de la vieja bruja que hacía crecer los ríos cuando fabricaba masato.
Pero un día, el duende padre de los pescados, quiso ponerle coto y la persiguió hasta su casa. Sigilosamente la observó en todas sus acciones y movimientos. Vio que tenía cuatro hermosas jóvenes encerradas en la casa y con la prohibición de salir. El duende se enamoró de las cuatro y quiso raptarlas. Pero los ojos que la vieja dejaba sobre la cama le miraban fijamente y comunicaba a su dueña que algún ser extraño estaba en la casa.
Desde entonces vigilaba a sus hijas sentándose entre ellas.
Pensándolo bien, se le ocurrió ala tunchi una idea luminosa: Cuando en la mañana la bruja salió de pesca robó los ojos que había dejado entre algodones y los quemó.
Cuando la bruja regresó trayendo las sartas de pescados para sus hijas quiso cambiar los ojos de saltón por los de mujer. Sacó aquéllos, los depositó en algodón y comenzó a tantear con las manos buscando los propios. Pero mientras tanto el duende ya le había robado los ojos de saltón.
La bruja no encontró sus ojos ni los del saltón y se quedó ciega. Ya no podría pescar más y el duende de los pescados, estaría feliz porque no podrían robarle los peces de sus dominios ni transformarle los ríos con crecidas intempestivas. Además el duende se llevó consigo a las cuatro hijas de la bruja, sin que su madre le viera.
miércoles, 31 de marzo de 2010
Leyenda
MAYLE EL COJO
En cierta ocasión un gallinazo se convirtió en piro. Vestía cushma negra con pintas blancas, y sobre su cabeza llevaba un sombrero rojo. Un día, buscando comida, llegó a un caserío de piros. Nadie conocía a aquel hombre. Todos se extrañaban de sus vestiduras y del modo de andar, y dudaban de si era o no su paisano aunque hablaba el mismo idioma. Unos a otros se preguntaban de dónde había venido y qué quería, pero nadie sabía dar razón.
El gallinazo se enamoró de una muchacha pira de aquel caserío, con la cual se casó a los pocos días. La pira tenía padre y madre, ya entrados en edad, y una hermana menor soltera. La familia de la mujer quería que hiciera la casa y chacra a lado de ellos y vivieran juntos. Pero el gallinazo se opuso. Alegaba el gallinazo que no estaba acostumbrado a vivir en sociedad. Esto desagradó bastante a los suegros, quienes pensaron en deshacer el matrimonio, pero al fin condescendieron con el capricho del yerno y los dejaron que fueran a vivir a donde ellos quisieran. Y se fueron lejos, río adentro, varias vueltas apartados del bullicio del caserío.
En su casa el piro recibía visitas de los gallinazos, y él mismo se convertía en gallinazo para conversar con sus paisanos. Su ocupación era comer para vivir y vivir para comer. Pero siempre repartía la comida con su señora, la cual no necesitaba ni encender la cocina para preparar los manjares, pues su esposo se los entregaba cocinados o asados, listos para ser comidos. La señora se ocupaba en hilar y tejer cushmas y pampanillas que el gallinazo regalaba o sus paisanos o se las cambiaba por carnaza o suciedades con las cueles él preparaba las comidas para su señora.
Un día los suegros y cuñada del gallinazo fueron a visitarle a su casa. El gallinazo y su mujer se alegraron muchísimo. Quisieron convidarles con una opípara comida a base de pescado fino fresco. El gallinazo salió con sus flechas a pescar a una quebradita del monte unos pescaditos finos que se llaman “Hopimtale”.
Después que el gallinazo había salido se le ocurrió a su cuñada ir también a presenciar la pesca. Le siguió de lejos por su misma trocha. Hubo un momento en que el gallinazo se detuvo y ella se paró también observando detrás de un árbol lo que hacía. Con mucha extrañeza, y con mayor indignación, ve que su cuñado está juntando suciedades, las envuelve en hojas y las amarra con bejucos. Después prendió fuego a unos palos y puso los envoltorios a asar.
La mujer regresó corriendo a dar parte a sus padres y hermana de lo que acababa de presenciar. Estos se indignaron. Pensaron irse todos a la casa paterna y abandonar ala gallinazo. Pero creyeron que mejor sería darle una paliza antes de abandonarle por las malas intensiones que tenía para con ellos.
Al poco tiempo llegó el gallinazo, silbando, como de costumbre. Trae diez patarashcas o envoltorios de pescado, ya asados y listos para comerlos. Los entregó a su esposa. Esta los recibió y los tiró a un lado mostrando desprecio, y le increpó diciéndole: “¿Por qué traes siempre patarashca mal olientes y nunca traes pescado fresco? Hemos visto lo que hiciste. ¿Con esas suciedades nos convidas?”.
Cada cual con un palo, apalearon al gallinazo. Principalmente le pegaron en las patas para que no se escapara. El piro gallinazo lloró, gritó, pidió perdón, sin ser atendido. Al fin no pudo aguantar los palos y se convirtió en gallinazo, y voló a reunirse con sus paisanos para no regresar más.
El gallinazo ahora está cojo y camina brincando, por los palos que recibió cuando era piro.
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